En defensa de la poesía

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“Dessine-moi-un mouton”- “Petit Prince” d’Antoine de SaintExupéry.

Maravilloso relato, Petit Prince. ¿Recordáis esta parte de la historia, verdad?. Cuando el aviador se estrella junto con su avión en el desierto y se encuentra con el principito, quien le pide que le dibuje una oveja de inmediato. Entonces el aviador intenta varios dibujos que no satisfacen al niño. Y al fin dibuja una caja, que llena de contento al principito porque, usando de su imaginación, esa caja encierra su ideal de oveja.

Os propongo un ejercicio de extrapolación. Apliquemos idéntico criterio que el autor de “El Principito”, pero en lugar de filosofar acerca del significado de la imagen, hagámoslo del significado de la palabra, o lo que es lo mismo, de la definición. Y tratemos de definir “Poesía”, como en Petit Prince, desde la imaginación.

Las definiciones de las palabras que representan objetos o incluso las referidas a actitudes que muestran las personas, como asimismo cualidades y características de ambos, es decir adjetivaciones, son generalizadas, en gran medida universales. Todos estamos de acuerdo en que “taza” es un recipiente provisto de asa, cuyo uso común es el de contener líquidos aptos para el consumo humano, como té, café, etc. Por extensión, sea cual sea la dosis de imaginación empleada, una taza no deja de ser el objeto anteriormente descrito; y todos coincidiremos en que se dice “vago” de una persona poco trabajadora.

Ahora bien, con las palabras o términos conceptuales no ocurre lo mismo. Si preguntamos a un grupo de personas, por ejemplo, que entienden ellos por “patria”, es muy probable que, en parte en función de su imaginación, obtengamos tantas respuestas diferentes como personas encuestadas.

Y eso ocurre cuando el análisis de la cuestión lleva implícito “sentimentalidad”. Y aquí topamos con la iglesia, que diría Don Quijote. Porque “los sentimientos son de cada uno”, son inherentes a la persona, y se muestran por tanto en infinidad de perfiles, cualidades, cantidades, grados y rangos. Y si me apurais, hasta sabores, olores y colores. Son imaginativos en alto grado los sentimientos. Y siguiendo este criterio diríamos que emoción es la exaltación de la sentimentalidad, consecuente en gran medida a una intensa labor imaginativa.

Fijémonos ahora en otra de las enseñanzas de “El Principito”, el estereotipo. El mundo está lleno de estereotipos. Humanos, como los que trata Saint-Exupéry en el cuento. Relacionados y/o relativos a las cosas. Y hasta a los conceptos alcanza este defecto del entendimiento.

Si tratamos de objetivar el concepto poesía nos resultará muy difícil, pues ya tenemos claro que sentimientos y emociones son campos asociados a la subjetividad del individuo. De lo cual deriva que la única certeza al cien por cien con respecto a la poesía es su carácter de género literario.

Todos los textos comunican. Lo hace la narrativa, lo hace la novela, lo hace el ensayo, la biografía, etc. Y lo hace la poesía. Pero la diferencia, la gran diferencia estriba en que sólo el texto poético aflora a la superficie, a la forma, desde lo profundo del ser, desde la espiritualidad, desde el sentir. Y si el sentimiento es el arma, la herramienta más poderosa que posee el ser humano para interactuar con sus semejantes y con el medio, escribir desde el sentimiento, provocando el estado de ánimo necesario para que se dé la emoción útil y deseada es una grata actividad artística y creadora, resultando en textos de gran belleza. De ahí que la poesía sea el género literario por excelencia.

Luego poesía es la sublimación del arte de escribir, el juego con la palabra para arrancarle toda su magnificencia a un texto. Es lirismo, es música, es el esplendor de la imaginación, gracias a la metáfora, es fuerza y es imagen. Y como todo arte, es disfrute tanto para el artista como para el contemplador, tanto para autor, como para lector.

¿Es difícil leer poesía? Contestaré con otra pregunta: ¿Es difícil comprender el mensaje de una pintura?. No, no lo es. Sólo es cuestión de gusto y disfrute por la belleza. Cada persona le dará una interpretación, tanto al cuadro, como al poema, pero todos somos capaces de apreciar el arte. Y el beneficio del arte es algo muy parecido a la felicidad. Luego consumir poesía, visto desde cualquier posicionamiento, lector, rapsoda o poeta, nos hace más felices.

Todos recordamos el sudor en nuestra frente al enfrentarnos a un poema de un clásico. ¡Uf!. que si la métrica, que si el endecasílabo, que si la rima, que si el soneto, que si la cadencia…

A no ser que esa lectura descubriese uno de nuestros talentos ocultos, y por tanto pasión hacia el género, lo más fácil es que terminásemos cogiéndole antipatía. Y nunca máis, como dicen los gallegos.

Pero todo evoluciona, cambia, la poesía también. Y por supuesto, reconociendo su valía a los clásicos, que dejamos para sus estudiosos y amantes, apreciamos y disfrutamos de una renovada poesía, que nos trae un nuevo modernismo, menos reglada, más libre, ligada a nuevos soportes de información, medios de comunicación social, que le da frescura y carácter mundano, en su término justo, que no vulgar; sencillo, que no fácil.

De modo que ¿por qué leer poesía?. Porque te permite ver el mundo a través de los ojos de otro. Hace surgir, amplía o rememora en ti tu mundo pasional, enriqueciéndolo. Es capaz de cambiar tu estado de ánimo. Descubres el enorme poder de la imaginación y de la palabra al servicio de la belleza. Y te acerca al creador, desmitificando el acto de escribir o de leer poesía como género elitista. Con más o menos resultados, con mayor o menor talento, todos desde nuestra idiosincrasia creativa podemos escribir y leer poemas.

Y lo más importante de todo, siempre, siempre la lectura de un poemario deja un poso grato, independientemente de que el sentimiento, emoción, o la experiencia plasmada en el texto no lo sea. Y en esa capacidad de embellecimiento que afecta también al sentir es donde estriba la tan estimada grandeza e inmenso poder de la poesía.

Compartir es disfrutar aprendiendo, de modo que desde aquí, como autor, como poeta y como lector, os animo a leer poesía; y a escribir si es vuestro gusto, rompiendo una lanza a su favor, en su defensa.

Sí poesía es belleza. Y belleza y felicidad son la misma cosa. Leer y/o escribir poesía te acerca a la felicidad.

Os dejo con esta máxima, a la que yo llegué escribiendo.

Probad, y luego me contáis.

Autor: Josefina Llorente, poetisa. Aquí te dejamos un vídeo donde puedes ver a Josefina recitar sus poesías 🙂

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2 thoughts on “En defensa de la poesía”

  1. “Ver al mundo a través de los ojos de otro”, tal como dice Josefina Llorente, es importantísimo para crecer y mejorar nuestra existencia y el mejor camino para lograrlo es la poesía, tanto escribiéndola como leyéndola, si la escribes el amor aflora por todas partes pues consigues tantas opiniones como lectores, es como si tu familia fuese inmensa, si la lees ocurre un tanto de lo mismo. Además la belleza genera felicidad gozosa, otro motivo fundamental para interesarse por la poesía. Por lo que considero que el artículo de Josefina Llorente es muy bueno y de una exquisitez extraordinaria, digno de una poeta que merece ser leída.

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