Cinco autores que dejan cinco sensaciones marcadas a fuego

Compartir esto

Escribe Teresa Hernández

El cine y los medios audiovisuales son capaces de transmitir sensaciones con una enorme intensidad porque sus posibilidades son muchas, pero en literatura no es tan sencillo. Para que un texto impacte no basta solo con una buena historia, se requiere también un control del lenguaje muy preciso y saber medir el ritmo de la narración de forma adecuada.

Solo algunos autores son capaces de crear personajes o situaciones capaces de traspasar la piel del lector. Por supuesto, no todos somos sensibles a las mismas cosas ni nos interesan los mismos temas, así que solo puedo hablar de lo que a mí me ha impactado sin esperar que los que me lean se vean reflejados en ello.

Comentaré algunas obras cuyos protagonistas se han quedado en mi memoria por su marcada personalidad o por las situaciones a las que se enfrentaron. Ellos me transmitieron sensaciones muy intensas. La angustia, el miedo o el amor que sentí al leerlos fueron reales y por eso les quiero rendir un pequeño homenaje.

La violencia de Boris Vian

Este autor francés es uno de los más curiosos que he tenido la oportunidad de leer. Mezcla el humor negro con la crítica social y no escatima cuando se trata de mostrar el aspecto más violento de la especie humana. Consiguió grabar para siempre en mi cabeza la imagen de la madre superprotectora que aparece en el arrancacorazones cuando encerró a sus trillizos en una jaula para salvaguardarlos de los peligros externos. Y ¿qué decir de Lee Anderson en “escupiré sobre vuestra tumba? Ese hombre capaz de cualquier cosa por vengar la muerte de su hermano. Tremendo el final. Me quedaban dos páginas para terminar y fui incapaz de leerlas, tuve que cerrar el libro por un rato. Ni la más realista de las películas puede superar la descripción que allí se hace de una muerte violenta.

El romanticismo de Jane Austen

A principios del siglo XIX nació el personaje masculino más romántico de todos los tiempos. Mr. Darcy no es un hombre simpático y ni siquiera aparece como un prototipo de belleza, pero cuenta con una característica que lo supera todo: se trata de una gran persona. Su magnetismo ha saltado de generación en generación y ahora, en pleno siglo XXI, continúa siendo un prototipo capaz de atrapar a las adolescentes que escuchan reggaetón. Austen presenta en Orgullo y Perjuicio a un hombre culto y reflexivo que, aunque profundamente enamorado, no cae en ningún momento en la cursilería o en las exageraciones de otros personajes tan abundantes en las novelas románticas. Por mucho que se le haya intentado imitar a través de las numerosas versiones que esconden un poco de ese protagonista, Darcy es único, al menos para mí.

El humor de Eduardo Mendoza.

Si hay un sentido que nos diferencia como humanos es el del humor. Ningún otro ser con los que compartimos el planeta puede encontrar la gracia en una acción cotidiana o absurda. Y ocurre, además, que es muy particular. Lo que para uno puede resultar desternillante, para otro es una sosería. En cualquier caso, no cabe duda de que es mucho más difícil hacer reír que llorar. Para mí, que soy fan del humor absurdo, Mendoza bordó su obra cuando creó al protagonista sin nombre del “misterio de la cripta embrujada”, un demente ingresado en un psiquiátrico al que la policía recurre cuando hay que moverse por los bajos fondos. Se trata de una mezcla de pícaro y detective envuelto en situaciones hilarantes. No puedo menos que quitarme el sombrero ante usted, Sr. Mendoza, y su personaje. Desde mi punto de vista, cada obra en la que aparece este protagonista supera a la anterior.

La originalidad de Italo Calvino

Aunque el humor también es clave en la obra de Calvino, para mí, lo más relevante de él es su originalidad, que alcanza la cumbre en “Si una noche de invierno un viajero”. La novela es completamente desconcertante, hasta el punto de no saber exactamente quién es el protagonista, aunque eso le quita un ápice de interés. No sé cómo logra mantener al lector atrapado en una historia que solo tiene principio, no final, pero lo cierto es que a mí consiguió meterme entre sus páginas y no levanté la cabeza hasta que terminé la lectura. Toda su obra me encanta, pero esta novela supuso algo especial. Me demostró que es posible escribir una gran obra en ausencia de personajes y casi de historia. Impresionante.

La tristeza de Paul Auster

David Zimmer es el protagonista que Auster creó para “el libro de las ilusiones”, un hombre que atraviesa una profunda depresión como consecuencia de haber perdido a su mujer y su hijo en un absurdo accidente de aviación. La sensación que transmite la primera parte de la novela es brutal, Zimmer es la personificación de la tristeza, cada palabra que está escrita destila amargura y se la comunica al lector en estado puro, por lo que no puede menos que sentirse también angustiado ante la situación que el protagonista atraviesa. Un relato que encoge el corazón y que se intensifica con los fotogramas de las películas mudas, que son la única actividad del personaje.

Soy consciente de la cantidad de autores y personajes admirables que se quedan en el tintero, pero aquí paro. La lista podría alargarse demasiado.


Teresa Hernández es autora de numerosas novelas entre las que destacan Crónica ministerial (finalista I premio de narrativa Manuel Díaz Vargas (2012), La galería de los susurros (ganadora del IV certamen de narrativa de la editorial LM) y De magos y distancias (ganadora del la VI edición del concurso de novela Libros Mablaz).
Su obra completa se puede encontrar en: Teresa Hernández.

Compartir esto

10 novelas feelgood por si necesitas un respiro

Compartir esto

Por Mónica Gutiérrez Artero

Hace algunos años, el género feelgood se puso de moda en el panorama literario y pocos fueron los catálogos editoriales que no ostentaban entre sus novedades algunos títulos pertenecientes a esta categoría. Actualmente se considera, a grandes rasgos, que la novela feelgood es aquella que narra una historia agradable y de final feliz; paisajes en los que el lector desearía perderse unas horas, personajes con los que se tomaría una taza de té/café/chocolate y se comería un buen pedazo de bizcocho, y situaciones llenas de encanto y humor.

Es fina la línea que separa la novela feelgood de la comedia romántica; seguramente porque los dos géneros a menudo suelen tener dos puntos en común: el humor y el romance. Pero aunque ambas disfruten de un ineludible final feliz, el lector de una novela feelgood debe encontrar otros elementos distintos además de la comedia y el romance (que no debe ser, en ningún caso, el tema principal, ni tampoco condición imprescindible de este género). Además, un libro feelgood puede ser o no de ficción y su trama no resulta incompatible con ningún otro género a excepción, seguramente, del drama o del terror. Y es que la clave de esta categoría literaria está en la historia que se cuenta pero también —y muy especialmente— en la manera de contarla.

“Pero esa clase de ficción ya hace años que me gusta”, pensará el lector. Por supuesto, no hay nada nuevo bajo el sol. Las novelas encantadoras, felices, divertidas, simpáticas, curiosas y agradables no son un invento del siglo XXI. Aunque hasta hace poco no se las haya etiquetado como feelgood, no significa que el concepto no existiese. Además, si se quiere disfrutar plenamente de los nuevos bestsellers del género siempre resulta conveniente remontarse a las raíces y comprobar de primera mano (o lectura) a qué se refieren editoriales y libreros cuando pronuncian “feelgood”.

Si os apetece curiosear un poco, os propongo un botiquín de emergencia de novelas de ficción feelgood para cuando os abrume el mundanal ruido que siempre nos rodea o para esconderse un ratito de la astenia primaveral y las malditas alergias. Veréis que la mayoría de títulos son del siglo pasado porque esta brevísima lista tiene mucho más de introducción al género que no de guía. ¿Preparados para descubrir las novelas más charming y leer con una sonrisa en los labios? Vamos allá:

Los millones de Brewster (1902), George Barr McCutcheon

Un joven norteamericano entrará en posesión de una herencia suculenta siempre y cuando pierda un millón de dólares en un año. La gracia es que a principios del siglo XX no era tan sencillo gastarse semejante cifra.

Mr. Rosenblum sueña en inglés (2010), Natasha Solomons

Jacob Rosenblum y su esposa Sadie llegan a Inglaterra en 1937 dispuestos a que les guste el té, la jardinería y la ornitología. El problema es que el entusiasmo de Mr. Rosenblum por ser inglés quizás lo convierte en… demasiado inglés para los ingleses.

Flores para la señora Harris (1958), Paul Gallico

Las señoras de la limpieza de Londres son tan formidables que son capaces de conquistar París y volver vestidas de Chanel para ponerles las cosas claras a los más impertinentes. Ada Harris es un personaje inolvidable y su aventura parisina, una historia amable y optimista de la concepción literaria de la evasión por placer.

La librería ambulante (1917), Christopher Morley

Helen no ama tanto los libros como su hermano, o como Roger Mifflin, pero aprenderá que la pasión y la aventura también pueden ir de la mano de la literatura más inesperada.

Un abril encantado (1922), Elizabeth von Arnim

Para aquellos que aprecian las glicinas y el sol. Se alquila pequeño castillo medieval italiano amueblado durante el mes de abril. Perfecta para la primavera

Un lugar afortunado (2013), Loredana Limone

Una novela amable, delicada, ambientada en Borgo Propicio, un pueblecito italiano algo excéntrico, pero de buen corazón. Una muestra notable del feelgood más mediterráneo que se lee en un suspiro y deja con ganas de saber más sobre los habitantes de ese lugar tan afortunado.

Valancy Stirling o El castillo azul (1926), Lucy Maud Montgomery

De la autora de Ana de las Tejas Verdes, una novela para adultos con todos los ingredientes del feelgood: las hermosísimas montañas de Mistawis, una naturaleza salvaje y bella que se convierte en refugio de los personajes principales, carácteres excéntricos y maravillosos que siempre aportan, final feliz y una protagonista extraordinaria capaz de rebelarse a los convencionalismos de su época.

El libro de la señorita Buncle (1934), D.E. Stevenson

La encantadora Barbara Buncle escribe un libro sobre sus excéntricos vecinos de Silverstream y estalla el escándalo en la no tan apacible campiña inglesa.

Miss Pettigrew lives for a day (1937), Winifred Watson

La entrañable Miss Pettigrew suelta por el Londres nocturno de los locos años veinte, poniendo orden entre las cabezas de chorlito con su british touch más encantador.

La juguetería errante (1946), Edmund Crispin

El detective más excéntrico de Oxford debe resolver un crimen cometido en una juguetería que no existe. Una novela que puede enmarcarse dentro del género cozy o feelgood detectivesco.

Sobre la autora de este post

Mónica Gutiérrez Artero nació y vive en Barcelona. Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, y en Historia por la Universitat de Barcelona, la mayor parte de su carrera profesional se ha desarrollado en el ámbito de la comunicación y la enseñanza.

En la actualidad cuenta con seis novelas publicadas y un libro de relatos, la mayoría en la categoría feelgood:

“Cuéntame una noctalia” (Amazon, 2012) – “Un hotel en ninguna parte” (Amazon, 2014) – “La librería a la vuelta de la esquina” (Relatos, Amazon, 2015) – “El noviembre de Kate” (Roca editorial, 2016) – “La librería del señor Livingstone” (Amazon, 2017) – “Todos los veranos del mundo” (Roca editorial, julio 2018) – “El invierno más oscuro” (Amazon, 2018) (con seudónimo)

La página personal de Mónica es: http://monicagutierrezartero.com

Compartir esto